Formando parte del camino aragonés del Camino de Santiago, este monasterio se localiza en Botaya al suroeste de Jaca. Se encuentra cubierto por una enorme roca que le da nombre, perfectamente mimetizado con su increíble entorno natural: el Paisaje Protegido de San Juan de la Peña y Monte Oroel.
Es a partir de la segunda mita del siglo XII cuando da comienzo la decadencia que se acentuaría más aún en el siglo XIV. Las deudas, el deterioro al que estaba sometido debido a su peculiar ubicación y una sucesión de incendios, hicieron que en 1675 el lugar fuera inhabitable y se empezara a planificar la construcción del Monasterio Nuevo en el Llano de San Indalencio.
La Leyenda
Cuenta la leyenda que un noble natural de Atarés, población cercana a Jaca, decide renunciar a sus lujos para irse a vivir a una cueva en el Monte Pano. Este joven conocido como Juan de Atarés pasaba el tiempo dedicado a la oración y como sustento, se alimentaba con lo que la naturaleza le proporcionaba.
De repente, un día se presenta un caballero vestido con grandes galas extrañado de que un miembro de la alta nobleza sobreviva en semejantes circunstancias. A continuación, sobreviene un fuerte estruendo y las rocas se deslizan formando columnas, arcos y bóvedas que poco a poco van transformando la humilde cueva en un magnífico palacio.
-Mira lo que soy capaz de hacer. -Le dijo el personaje. Si me sigues, vivirás con toda clase de lujos y cuánto desees será tuyo.
El joven enseguida reconoció con estas palabras al mismísimo diablo por lo que, completamente atemorizado, perdió el conocimiento. Al despertar, se encuentra ante él a un ser celestial que le encomienda la misión de ir al Monte Pano en busca de una cueva donde levantar un altar en honor a San Juan Bautista. Y aquí fue donde Juan de Atarés pasó el resto de sus días hasta su fallecimiento.
Años más tarde, allá por el siglo VIII, cuando dos hermanos se hallaban cazando por el Monte Oroel, el infortunio hizo que uno de ellos se precipitara al vacío con su caballo. Viendo que su vida llegaba a su fin, se encomendó a San Juan Bautista y en ese instante el animal se aposenta sobre una roca evitando el fatal accidente.
Voto -así se llamaba el afortunado noble- se postró para rezar y es cuando descubre la pequeña iglesia metida en una cueva que Juan de Atarés había levantado y donde reposaban sus restos. Transformados tras semejante experiencia los dos hermanos deciden abandonar su anterior vida e instalarse en la cueva del Monte Pano dedicados al retiro y la oración. Este sería el comienzo del Monasterio de San Juan de la Peña.
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