A los largo de los casi 100 kilómetros de cañones o "arribes" que confluyen en el tramo internacional del río Duero a su paso por Zamora y Salamanca se configura un paisaje singular. La acción erosiva de las aguas sobre el sustrato granítico ha determinado un profundo encajamiento de los valles y modelado laderas escarpadas que, en algunos casos, se convierten en paredes casi verticales con un desnivel entre el fondo del valle y la penillanura de hasta 400 metros.
El Mirador del Picón de Felipe es el más conocido y uno de los más espectaculares de las Arribes del Duero. Desde él se puede contemplar el profundo cañón del río, además de la presa de Aldeadávila, una de las obras de ingeniería más importantes de Europa.
La leyenda de Felipe
Cuenta la leyenda que Felipe, un pastor de Aldeadávila de la Ribera estaba enamorado de una muchacha del vecino pueblo portugués, Bruçó. Felipe acudía a diario con sus cabras al paraje que lleva su nombre; sin embargo, el inmenso cañón del río Duero impedía que pudiera ver a su amada. Desesperado por la situación y ayudándose de las manos o pequeñas herramientas intentaba derribar la gran roca que se interponía en su camino. Guardaba la esperanza de que las piedras hicieran de puente y le permitieran cruzar el río para poder reunirse con su añorada portuguesa.
Cómo llegar
Para llegar al punto de estacionamiento del Mirador del Picón de Felipe debemos dirigirnos en dirección a Aldeadávila de la Ribera por la carretera que lleva hasta la presa.
Tras dejar atrás el desvío que conduce al Poblado de La Verde, antes de llegar a la central eléctrica un camino señalizado nos conducirá hasta la explanada y parking habilitado cerca de Llano de la Bodega, donde podremos dejar el vehículo.
La ruta
Iniciamos la caminata en el mismo punto donde estacionamos el vehículo unos metros después del Llano de la Bodega.
En este tramo comienza la senda que seguiremos siempre atentos a las marcas verdes y blancas del sendero local (SL). En la penillanura, el paisaje de robledales y encinares ha sido modificado por la intensa actividad agrícola y ganadera, encontrando áreas de pastizal y matorral cada vez más abundantes debido al progresivo abandono de la agricultura.
Enseguida encontraremos una portilla que debemos abrir para continuar con nuestro recorrido sin olvidar cerrarla una vez la hayamos traspasado.
Más adelante un original puente de piedra salva un pequeño arroyo para conducirnos, tras pasa otra portilla, hasta un trazado empedrado desde el que podremos observar una curiosas formaciones rocosas que en un principio nos hicieron pensar que se trataba del mirador.
Desandamos ese pequeño tramo para enlazar de nuevo con la senda donde iremos viendo paneles informativos con información referente al paisaje , flora y fauna de la zona.
Por fin llegamos al Mirador donde podemos distinguir claramente dos zonas.
Situado en el saliente granítico, protegido por una barandilla de hierro, esta atalaya natural nos ofrece una magnífica panorámica del cañón fluvial del Duero y de las vecinas tierras de Portugal.
También podremos contemplar algunas de las colonias de alimoche y cigüeña negra más importantes de la Península, además de buitres leonados, águilas reales, águilas perdiceras y una reciente población de cormoranes, entre otros.
En este tramo del Duero se produce un brusco descenso del perfil longitudinal del río. Esta fuerte pendiente, unido a la orografía especial de Las Arribes de Duero, han propiciado la construcción de numerosos embalses, cuyas presas se conocen como saltos del Duero.
La Presa de Aldeadávila que vemos desde aquí tiene una altura de 140 metros y fue puesta en funcionamiento en 1962.
Toca regresar remontando de nuevo el último y escarpado tramo de escaleras excavadas en la roca para confluir de nuevo en la misma senda por la que accedimos.
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